Caricias que fueron huérfanas
y en tus labios
no se arrepienten.
Cielo a mi agua,
luz a tu fuego,
Sensación que embriaga
como el viento
hacia el suspiro en tu ramaje.
Te debo el poder de una canción
entonando mi rutina.
Toma del temblor
mi ternura que cristaliza
ahora
sin el desvelo de algún ángel
cuidando de no volver abrir
la cuita del lobo.