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POLVO VIEJO Y DERROTADO


Permanecen los significantes destellos de luz

Que al amanecer fusilan todo sinsabor.

Vacilan en otros lugares, en otro tiempo,

Las tormentas 

Un sigiloso recuerdo

Respeta el gris acontecer de tu vileza dormida.

Fueron colillas las que enturbiaron

Tu ansioso tiempo mientras que apagabas otro y …

Y otro de tus cigarrillos …

Añorando mirar hacia el lado opuesto. 

Desde entonces…

A los bosques los llamaron desiertos.

A los gentiles prados:

Polvo viejo y derrotado.

MODESTO PLATÓN

MÁS ALLÁ DE LOS SUEÑOS

El mar vencía a la noche en su silencio.

No agonizaban los sueños,

ni las cabezas cortadas en jubilosa danza.

No paseaban ya las gigantes hormigas llevándose los frutos que caían con el viento.

No.

No había ni tormentas ni vapor,

solo ramas que descendían

con una brisa a su favor.

No quedaría tu piel posando sin armas ni pecados,

más que los tuyos, mujer.

Ansiabas la oscuridad para cerrar los ojos.

La voz solo latidos.

Tu risa una alargada sombra.

Si pudieras…

Besar el jardín más amable de la esperanza oliendo a madera tejiéndose …

Y su único destino ahora…

cerrar su cama y poder partir a la mañana.

Eva necesita una playa en su sigilosa muerte, donde reine la luz,

donde el azul obedezca al miedo atado y dominado por las olas;

donde el amor no invente

sin razón, algún dolor y,

construya placeres escondidos en la cueva

de los instintos.

Se abre la imagen al deseo.

Si supieras… entender su gozo,

sorprender su reposo.

Su alma no quedaría oculta

ni los sueños volverían a dormir.

Ahora desvestía al día un espacio de fuga

y más amaneceres de huida,

colmados de estrellas,

que del pasado desvelan calor.

Es verano y calla el sol.

Empiezo a conocerme. No existo.

Empiezo a conocerme. No existo.
Soy el intervalo entre lo que deseo ser y los demás me hicieron,
o la mitad de ese intervalo, porque además hay vida…
Soy esto, en fin…
Apaga la luz, cierra la puerta y deja de hacer ruido de
zapatillas en el pasillo.
Quede solo yo en el cuarto con el gran sosiego de mí mismo.
Es un universo barato.


FERNANDO PESSOA

PARADIGMA DE LOS RECUERDOS

Yo siempre pensé que las flores eran más hermosas cuanto más silvestres. En este sentido, las amapolas que crecían en las eras aquellas que aún había alrededor del pueblo donde de niña jugaba, lo eran en su totalidad. Se hace presente ese descolorido ya, y casi desaparecido bosque de amapolas.

Las amapolas van libres y no forman ni formaron jerarquías, pero ahora se parecen más a los humanos siendo más individualistas… Con su rojo impregnando así en el tacto la suave y quebrantada delicadeza que sus pétalos desprendían, su olor salpicaría otra vez fortaleciéndose como si fuera inmortal. Y,  ocurre igual en los hombres y mujeres en los que los sueños desmienten ciertas pretensiones, pero aquellos que forman parte de un grupo más miserable, siguen creyendo en la posibilidad de hacer realidad estos.

Volviendo a ese pasado, la inocencia caminaba y jugaba impotente; todo aprendizaje convertiría mi ser en un derivado imposible buscando un pequeño manantial que me permitiera sobrevivir.

Todo complejo de anti-conceptos y supra-conceptos destinados a conseguir el éxito eran rechazados. “No quiero ser de mayor más que una oruga”. No estaría dispuesto a conseguir lo que se me dictara sin una pura y extraordinaria desviación de la tradición. Más adelante esta idea se hacía más firme.

Las personas con las que me tocó tratar durante el paso de los años pensaban como yo. Jamás aceptaron hablar sobre el tema y afirmarlo como una práctica y sencilla meta. “Cuanto más rico más libre, para poder comprar esa casa que me gusta, o el ordenador con más prestaciones y actual hasta el momento”.

Por otro lado, aparecían los solitarios y solidarios defensores para los que la ciencia era un juego y, no se sabía muy bien si entendían o no el entramado de dicha solidaridad. Capaces o no de conocer el concepto del perdón, por ejemplo, construían ciertas reglas de sentido denominadas “Sapiencia Sansón”. La corte de la lógica, la máquina helada de la heria a razón…, de labios viudos, de ojos rocosos y trasnochadores…, de no hacer suyo más que lo suyo, de no sentir más que el pesar cuando éste pesa de verdad.

Creo haber visto muchos más grupos, aunque el escaso recuerdo no me permite hablar de ellos en este momento. Quizá ya estén muertos; quizá no sea capaz de visualizarlos más que en esas ocasiones que echo de menos un poco de felicidad.